A simple golpe de oído, y si nos ceñimos a la etimología de la palabra, con autoprotección nos referimos a las acciones de prevención que hace uno mismo con el fin de salvaguardar su propia persona en el día a día. Estas son las tácticas diarias que todos ponemos en práctica al habérselo escuchado a nuestros padres, oírlo en la televisión o por simple sabiduría popular.
Sin embargo, además de este tipo de autoprotección individual, hay otra que existe por y para todos los ciudadanos. Es la que engloba al sistema de acciones y medidas que realizan los miembros y técnicos de seguridad, públicos y privados, asalariados o no, para prevenir, coordinar y controlar los riesgos, y responder ante las emergencias. Es la que también incluye a las miles de empresas que se dedican a la creación, instalación y mantenimiento de todos los productos, sistemas y técnicas que existen en el mercado para garantizar la seguridad de todas las personas ante una urgencia o catástrofe. Y es la que también atañe a la labor formativa que llevan a cabo centros, fundaciones, asociaciones y profesionales especializados, que dedican su vida a informar y preparar a los profesionales que mañana podrían salvar la vida de todos nosotros, en caso necesario.